Todos al oír Quijote pensamos: ‘En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…’. Antes de estas intensas palabras encontramos un prólogo que da mucho que pensar.
El prólogo trata del mismo prólogo, de las dudas que tiene Cervantes al ponerse a escribir esta parte de la novela:
“Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefacción que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría […] le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote”.
El autor utiliza el diálogo con un falso amigo para llenar las páginas en blanco para describir el panorama del momento en que vive y así puede exponer sus ideas. Este recurso está presente en la literatura, ya que su uso tiene como primera finalidad captar la atención del lector.
Lo que hace Cervantes en este prólogo es aparentar ser un hombre de poca cultura y así poner de manifiesto la pedantería de otros autores.
En el prólogo nos encontramos poemas que le escriben los personajes de caballerías al Quijote. Son de clave cómica y rompen con la frontera entre el libro y la fantasía.
Cervantes se da cuenta que ha cumplido su objetivo. Ya ha matado a los libros de caballerías, pues los encuentra perniciosos, vacíos. Su obra es muy arriesgada, ya que fueron libros con mucho éxito entre los lectores de la época. Cervantes tiene claro que todo el mundo puede leer el Quijote porque todo el mundo puede encontrar ‘ese que’ en el libro.
La verdad es que hasta el momento ignoraba las características del prólogo, pero me parece muy interesante la exposición y el planteamiento de Cervantes.